Las
gárgolas de Barcelona miran desde lo alto de los edificios, dispuestas a
arrojar agua sobre los transeúntes. Las hay de grandes fauces, mirada feroz y garras imponentes. Seres de otros mundos acechan hiératicos por los siglos de los siglos.
Algunas son, en efecto, animales monstruosos, que incitan al pánico y difunden el terror, pero también existen amables y benéficas, protectoras de lugares sagrados. Se suele afirmar que las gárgolas están ahí, en lo alto de las Catedrales, prisioneras de un principio superior, subordinadas a las entidades angélicas.
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